—¡Van a cerrar nuestra escuela! Tenemos que impedirlo. —Casi chilló Honoka entre lágrimas, mientras se arrodillaba decaída antes su amiga Umi.
—Sí bueno, es una pena, pero tampoco hay mucho que podamos hacer. —Respondió la peliazul, algo más consternada por su amiga que por el propio futuro de su academia.
—¡No! ¡No! ¡NO! ¡Tenemos que convertirnos en idols para salvar nuestra escuela! —La pelirroja casi había enloquecido, y aquello se podía notar en sus ojos maníacos y su respiración acelerada.
Umi no sabía cómo tratar el asusto; sin duda alguna era un golpe terrible para su amiga, pero realmente no podían hacer nada. Para empezar, la peliazul ni siquiera sabía porque Honoka estaba tan obsesionada con su academia; la quería tanto como si fuese su madre, su propia vida, su alma.
—Honoka, eso no cambiará nada. —Umi puso su voz más tranquilizadora, ya que por la actitud de su amiga, temía el daño físico por su parte.
La pelirroja apretó sus puños entre lágrimas, mientras pateaba furiosamente las mesas asustando a sus compañeras de clase.
—¡CALLA, INGRATA HIJA DE PUTA! —Chilló la pelirroja con ira, gruñendo cada una de sus palabras, como si esputara imaginariamente con cada letra que salía de su boca.
—Pero... Honoka-chan... —Intentó intervenir tímidamente Kotori. —... No pasa nada, la escuela cerrará cuando las tres...
—¿CUANDO LAS TRES NOS GRADUEMOS? ¿ESO ES LO QUE QUERÍAS DECIR? —La pelirroja se acercó peligrosamente hasta donde se encontraba su amiga.
Su amiga afirmo temerosa con la cabeza, esperando que aquello tranquilizara de algún modo a aquella bestia sedienta de sangre en la que se había convertido Honoka.
—¿Y A MÍ QUÉ COÑO ME IMPORTA? —La pelirroja agarró a su amiga del cuello, con intención de ahorcarla. Aquél cabello ceniza, y esos ojos tristes le recordaban a la directora, a aquella zorra que había osado cerrar su escuelita.
Umi se acercó rápidamente aún con miedo ¡Tenía que salvar a Kotori! Sabía que Honoka no siempre estaba en sus mayores facultades mentales, pero nunca esperó que se convirtiera en la violenta criatura imparable que ahora era. Jamás imaginó que una simple noticia como aquella pudiera ocasionar tal destrucción en la cordura de su amiga.
La peliazul logró a duras penas salvar a Kotori, arrancándola de los tensos dedos agarrotados de la pelirroja. Las dos habían acabado en el suelo por el impacto, y Honoka las observaba iracunda desde arriba. La chica de cabello ceniza tomó algo de aire entre las lágrimas por el miedo de morir.
—Ahora lo entiendo. Os importa una mierda que cierren nuestra escuela ¡Nuestra patria! —Esputó Honoka entre cierta risa maniática. —Sois unas putas rojas a las que se la pela que vengan chicas de otras academias a la nuestra, a las que no les molesta las jodidas inmigrantes de otras escuelas de Japón. Vosotras estáis con los de arriba, queréis que se hunda nuestra patria: la escuela Otonokizaka. La escuela más bonita, la más grande, hermosa. Yo la protegeré aunque tenga que acabar con todas vosotras.
Acto seguido, la pelirroja llevó su puño al pecho y se puso a entonar el himno de su academia a todo pulmón, mientras con sus ojos sedientos de sangre decidía quién sería la próxima traidora que moriría.
Honoka veía a su escuela como un extraño país donde residía. Sus amigas no lo sabían, pero ella era una especie de fascista.
"Haré lo que sea por mi Otonokizakanita" |
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