Como cada noche te vas a dormir, bastante cansadx, con tu loca imaginación divagando entre unas cosas y otras de tu día a día. Horas antes de ir a la cama, no pudiste evitar pasar aquellos momentos antes del anochecer viendo creepypastas en tu ordenador. Ahora te arrepientes, tienes miedo de todas aquellas leyendas urbanas. Sabes que no son reales, pero aún así, en la oscuridad de la noche, aquellos monstruos ficticios te aterran. Aunque por supuesto, tu temor más racional es tener una pesadilla. Llevas muchos días soñando con cosas terribles, con criaturas infernales que te persiguen hasta la muerte, con demonios que te arrastran con violencia hasta el mismísimo infierno. Te sientes idiota. Esta noche quieres descansar de verdad, y poder despertar con tu corazón latiendo a un ritmo normal, sin una fría capa de sudor cubriendo tus sábanas y tu piel.
Decides que lo mejor que puedes hacer para dormir a gusto esa noche es taparte con tu fina manta de los pies a la cabeza, y cerrar tus ojos con fuerza hasta que vuelva a amanecer; creyendo que aquél extraño ritual infantil funcionará para alejar a tus miedos.
Esa misma noche, antes de que puedas darte cuenta, sueñas. Tu sueño parece bastante más luminoso que de costumbre, no como esas sombrías pesadillas recurrentes que antes solías tener. En tu sueño, a parte de tu presencia, puedes vislumbrar a un extraño hombrecillo en la sala. No tienes miedo, por alguna razón, su sonrisa alargada te produce paz. Otros detalles de su rostro que llaman tu atención son sus ojos caídos, y un enorme entrecejo arropándolos. Te diriges a él, esperando encontrar respuestas dentro de tu propio sueño.
—¿Hola? —Preguntas tímidamente.
El hombre se dirige a ti, como si llevara toda la vida esperándote en un abandonado rincón de tu mente.
—Hola. Veo que por fin has soñado conmigo.
Le miras extrañadx ¿A qué se refiere?
—¿Cómo? —Preguntas intentando sonar menos despistadx de lo que en realidad él también sabe que te encuentras.
—Sí. Todos soñáis tarde o temprano conmigo. El hombre de los sueños me llaman.
A pesar de que sus palabras no parecen muy relevantes, te transmiten cierta tranquilidad, seguramente por su tono calmado y pacífico.
—¿Qué eres? —Algo te dice que no es humano, pero eso no te inquieta, ya que su aura se asemeja mucho más a la de un pacifico ángel. —¿Por qué te apareces en los sueños de la gente?
El hombre de los sueños sonríe divertido, como si realmente disfrutara la curiosidad humana. Acto seguido se encoge de hombros.
—No estoy seguro. Solo sé que aparezco cuando alguien necesita de mi presencia ¿Tú me necesitas?
No sabes cómo contestar a esa pregunta de una manera racional ¡Sí! Tú sientes que le necesitas, pero no sabes por qué. Asientes con la cabeza, y el hombre te responde con una sonrisa afable.
—Bien, pues entonces he venido al lugar indicado.
El hombre de los sueños y tú, camináis por distintos escenarios imaginarios mientras habláis de tus preocupaciones e inquietudes en la vida. Mientras hablas todos esos temas que escondías tan en el fondo de tu corazón, te vas sintiendo mejor. Ahora entiendes porqué merece la pena seguir viviendo.
Cuando por fin sientes que has hablado de todo lo que necesitabas, se empieza a escuchar una alarma. El mundo de tus sueños se empieza a desvanecer, y empiezas a romper ese puente entre tu imaginación y la realidad. Antes de irte, el hombre de los sueños se despide de ti. Gracias a él, ya no tienes miedo de volver a tener pesadillas; sabes que ahora él está cuidando de ese mundo nocturno que antes tanto temías. Por primera vez en tu vida, sientes cierta nostalgia al despertar. No sabes si os volveréis a ver, o si os visteis antes alguna vez. Igualmente, decides dibujarle para no olvidarte nunca de él: El protector de tu descanso. El hombre de los sueños.
¿Has soñado con este hombre? |
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