Willy Wonka tenía su propósito claro: Vengarse del ahora millonario empresario que había robado la patente de sus chocolatinas con frutos secos.
Después de varios años encerrado, y una grave depresión que casi le llevó al suicidio, Willy Wonka decidió llevar un retorcido plan a cabo. Para vengarse de aquél tiránico empresario debía asesinar aquello a lo que más amaba: a su mimada e ingrata hija. Pero ¿Cómo realizar un asesinato hacia una persona tan importante sin que las autoridades le llevasen de cabeza a prisión? ¡Fácil! Lo disfrazaría todo en un sorteo. Por supuesto, sería muy sospecho si solo hubiese una ganadora y esta desapareciera. Pero ¿y si hubiera cinco?
El sorteo llevaría a esos cuatro niños junto a la hija del empresario a su fábrica. Allí podría deshacerse fácilmente de los otros niños por el camino. Willy había estudiado a los otros ganadores, qué cosas les gustaban y a que no se podrían resistir. Podría dejar que el niño amante del chocolate nadara un rato por su río para después sacarle de allí en una tubería "No le hará mucho daño, y se divertirá" Pensaba el psicópata para sí. Aquella niña que amaba el chicle podría ser fácilmente envenenada con uno, y de paso, el chocolatero se divertiría un rato viendo los efectos secundarios de sus gominolas. Para el niño gamer el plan era un poco más difícil, pero igualmente acabó ingeniándoselas con divertida tecnología cyberpunk "Así de paso, ese pequeño hijo de puta aprenderá una lección" Al chocolatero no había acabado de agradarle aquél chico. Con Charlie pensó que sería fácil, ni si quiera tendría que pensar en algo "Es un niño pobre, seguramente tarde o temprano intentará robar alguno de mis dulces y tendré una excusa para echarle de la fábrica" Pensaba Willy Wonka dentro de los prejuicios en los que su padre le había criado.
Por supuesto, la mejor de sus trampas estaba reservada para la hija del empresario: el incinerador. La visita sería un martes, que era el día que lo encendían; unas ardillas amaestradas llevarían a la niña a través del agujero de residuos y así todo parecería un desafortunado accidente. Además todo aquello sería llevado a cabo en la sala de frutos secos, ya que si Willy Wonka amaba algo más que la venganza, era la propia justicia poética.
"No hay nada más dulce que la venganza" |
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