8/10/2020

El más poderoso de los creepypastas (Parte 3)

Slenderman cerró suavemente la puerta de su casa, intentando no despertar a su pareja, ya que eran las tres de la mañana y este probablemente estaría durmiendo ¡Tenía que estar durmiendo! No tendría ningún sentido que le estuviera esperando a esas horas (o al menos, eso pensaba el larguirucho).
    —Veo que ya has llegado. —Se escuchó una voz familiar desde el salón. Slenderman suspiró nervioso para sí.
    —Sí. —Respondió simplemente, con la esperanza de poder ir a dormir antes de que la conversación comenzara a ponerse más tensa de lo que ya había comenzado.
    —¿Dónde estabas? —La voz acusatoria de Jeff the Killer, era tan dolorosa para Slenderman como una puñalada. 
    —En el trabajo. —Mintió mostrando un rostro impasible a su pareja, a pesar de que por dentro los nervios estaban a punto de destrozar su corazón. Hacía ya meses que al larguirucho le habían despedido por culpa de sus problemas con la bebida, pero él aún no había sacado valor para contarle la verdad a sus novio. Desde entonces, pasaba todas las tardes en el bar, emborrachándose, esperando que cuando volviera a casa Jeff the Killer estuviera durmiendo, o al menos no se percatara de su notable hedor a alcohol.

El joven de piel pálida, se levantó del sofá, y se acercó con paso autoritario a su novio.
    —¡Mentira! —Señaló Jeff con un tono seco pero dolido.
    —¿Por qué crees que te estoy mintiendo? —Preguntó Slenderman algo vacilante, muerto de miedo por dentro porque sabía que su pareja iba a descubrir su secreto, que ya no había esperanza alguna, que no podría seguir mintiendo.
    —He llamado a tu trabajo. Sé que te despidieron hace meses ¿Por qué no me dijiste nada? —El joven intentaba contener sus lágrimas llenas de rabie e impotencia. —¿Te piensas que soy estúpido?

Slenderman se rascó nervioso la nuca, buscando en esos segundos la escusa perfecta, ya que sabía que la peor parte de su mentira no era su despido; aquello era una pequeña mota comparado con lo que significaba su recaída en el alcohol.
    —Sí, me han despedido, es cierto. —El larguirucho comenzó su mentira con parte de verdad, solo para calmar un rato a su novio al menos. —Pero no te he dicho nada porque he pasado estos meses buscando trabajo, y no quería preocuparte mientras encontraba nuevos ingresos para esta casa.

El entrecejo de Jeff the Killer se volvió a arrugar. Había detectado su nueva mentira.
    —¿Buscando trabajo? —El joven no pudo evitar subir su tono de voz ante su incredulidad ¡Odiaba que le tratasen como a un crío idiota! Y no era la primera vez que Slenderman lo hacía, pero sí era una de las más dolorosas. —¿DÓNDE? ¿EN EL BAR DE LA ESQUINA? ¡Porqué apestas a alcohol! —De los ojos sin parpados de Jeff, no pudieron evitar escapar unas gotas saladas de rabia. —Slender, sé que has vuelto a beber ¡Lo sé! ¡Lo sé ya desde hace semanas! Pero no te dije nada porqué creía que tendrías la confianza suficiente para decírmelo. —El joven apretó sus puños, sintiendo la impotencia de no poder hacer nada, de ni si quiera ser una pequeña ayuda para el terrible problema de su novio. —¡Odio cuando bebes! No eres el mismo. Te transformas en un monstruo.

Y con esas palabras, Slenderman sintió la última puñalada en el corazón ¿Qué podía hacer? ¡Era débil! Débil contra sus impulsos, débil contra el alcohol. Sentía que aquellas reuniones de alcohólicos anónimos no le habían servido para nada, solo para descubrir que era un perdedor, que mientras otros habían sido capaces de salir, de pasar años sobrios, él ni siquiera había sido capaz de durar una semana. Y aquello solo hacía hervir su sangre; se sentía furioso, enfadado consigo mismo, consigo mismo y con aquél pequeño trozo de mierda que le miraba con severidad, clavando sus ojos en él, haciendole sentir culpable por algo que creía que no podía controlar.

No supo exactamente por que, pero sin pensarlo dos veces, Slenderman golpeó a Jeff the Killer con fuerza, volviéndole a dejar indefenso en el suelo tras un grito de dolor.
El joven temeroso, se encogió sobre sí mismo, dejando derramar sus lágrimas.
    —Lo has vuelto a hacer... —Susurró Jeff the Killer tembloroso. 
    —¡No! Lo siento, yo... —Slenderman sabía perfectamente lo que acababa de pasar, y eso solo le hacía tener más miedo de sí mismo.
    —¡ESTO ES EN LO QUE TE CONVIERTES CUANDO BEBES! —Chilló el joven mientras se levantaba adolorido del suelo. Acto seguido arremangó sus brazos, y susurró casi para sí. —Y esto no es ni siquiera lo peor que me has hecho estando borracho. 

Jeff the Killer dejó ver sus brazos llenos de cicatrices y moretones. Slenderman se arrepentía cada segundo de su miserable vida de ser el causante de esas marcas, era una mierda de persona y lo sabía, aunque el mayor problema era que ni siquiera sabía cómo parar al monstruo en el que se había convertido. Sin duda alguna, la violencia doméstica era el más poderoso de los creepypastas.

JEFF THE KILLER VS SLENDERMAN (Creepypasta) | Terror Psicológico ...
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