Pippi Calzaslargas abrió espantada el maletín donde solía guardar sus valiosas monedas de oro. Estaba completamente vacío; ni un solo doblón quedaba.
La pelirroja se encogió asustada sobre sí misma, pensando en todas aquellas veces que había desperdiciado su dinero sin ton ni son, todos aquellos derroches de nuevo rico que le habían llevado a la quiebra; todas aquellas veces en las que había pagado millones de euros en una bolsa de chucherías y ni siquiera había pedido las vueltas. Suspiró nerviosa y pensó "He sido una estúpida ¿Por qué pensé que esto iba a durar toda la vida?".
Pippi volvió a revolver su bolsa vacía, con la esperanza de que mágicamente aparecieran de nuevo todas aquellas monedas, que hasta ese entonces la habían convertido en una persona mucho más privilegiada de lo que nunca había podido imaginar. "¡No hay nada!" Chillaba por dentro para no asustar a sus mascotas "¿Qué voy a hacer? Seguro que Tomy y Annika no querrán volver a jugar conmigo ahora que soy pobre ¡Ellos solo me quieren por mi dinero!". En esos momentos, aquél parecía el mayor de sus problemas, pero su ansiedad comenzó a acrecentar cuando reparó en sus necesidades más básicas "¡Dios! ¿Qué voy a hacer cuándo se me acabe la comida? Moriré de hambre. Tendré que vender al Señor Nilson y al Pequeño Tío".
La pelirroja siempre supo que aquél dinero que le había dejado su padre antes de irse para siempre, se gastaría tarde o temprano; lo que ella no esperaba, era que ese día llegara tan pronto. Sabía perfectamente que nadie la ayudaría, que su padre jamás volvería a por ella. Pippi era una niña huérfana, y ahora también pobre.
Pippi meditó durante días, e intentó sobrevivir a base de sobras y limosnas de sus amigos, quienes a pesar de todo, seguían a su lado. Un día tomó la decisión más difícil para ella, pero al mismo tiempo la más madura, aquella que le haría crecer como persona: Hablar con la señorita Praselius para que la llevara a ese hogar infantil del que siempre hablaba.
"Espero que a ese orfanato dejen traer monos y caballos :(" |
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