9/26/2020

Detrás del cuaderno de Rina-chan

     —La piza-Rina te lo agradece. —Dijo Rina sosteniendo un cuaderno dibujado delate de su rostro. La pelirrosa solía utilizar aquella herramienta para según ella "expresar sus emociones". Lo que nadie sabia eran las intenciones que en realidad escondía esa pantalla.


Que Rina no pudiera expresar sentimientos era en gran parte una mentira. Sí, era perfectamente capaz de hacerlo, solo que su rostro siempre decía la verdad, y ella odiaba eso. Gracias a la piza-Rina, la pelirrosa podía fingir que estaba contenta mientras por dentro se aburría; podía decir que no entendía lo que estaba pasando cuando le preguntaran por el cadáver enterrado en su escuela, mientras su rostro sonreía con la verdad; podía fingir que estaba triste por el fallecimiento de una compañera, mientras detrás de su cuaderno escondía el cuchillo que había utilizado para apuñalarla repetidas veces en el abdomen.

    —Rina ¿Ya te vas a casa? —Preguntó Karin con cierto tono maternal. Ya era bastante tarde, y las dos chicas se encontraban a solas, acabando de ordenar la sala del club de idols.

    —He... supongo... la piza-Rina pregunta si tú también vas a volver ya a casa. —La pelirrosa solía hablar en tercera persona cuando llevaba el cuaderno, ya que sentía que esa pequeña chica agradable que interactuaba con los demás no era ella, solo una máscara que hablaba casi con vida propia.

    —Sí ¿Quieres que volvamos juntas?


La pelirrosa sonrió para sí. En sus anchos bolsillos, junto a los rotuladores, llevaba una pistola cargada. Karin no sabía dónde vivía Rina, por lo que la pelirrosa podría utilizar aquella excusa para llevarla a algún sitio poco transitado y acabar con ella de una vez con todas. 

    —¡Oh sí! A la piza-Rina le encantaría ir contigo.


La peliazul le devolvió una sonrisa amistosa, acto seguido agarró la mano de la pequeña y salieron del instituto. Rina fue guiando a Karin por la ciudad, a través de algunos pasadizos y callejuelas, buscando la zona más desierta que pudiera encontrar.

    —Bueno, ¿Vives cerca de aquí?

    —Sí, cruzando esa esquina. —Mintió la pelirrosa, mientras una sonrisa maliciosa crecía detrás de su cuaderno.


Karin cruzó la calle, quedando en un callejón junto a Rina. La asesina había llevado a su víctima justo donde quería. Solo tenía que sacar el arma que llevaba consigo, apuntar, y disparar ¡Todo sería tan sencillo! Un solo tiro directo a la cabeza y Ai sería suya para siempre. Su cerebro ya podía imaginar como sería: Sin Karin interponiéndose, ya no tendría ningún rival en el amor, podría pedirle salir a la chica rubia sin que aquello acabara siendo un "Love Triangle".

    —¿Rina? ¿Estás segura de que es por aquí? —La peliazul se puso a inspeccionar la zona, buscando alguna puerta o salida con el rabillo del ojo.


La pelirrosa metió su mano en el bolsillo, agarrando el metal caliente de la pistola con sus dedos. "Falta poco". Estaba preparada para disparar, pero antes si quiera de que pudiera sacar el arma, el teléfono de Karin sonó.

    —¿Eh? ¡Es Ai! ¿Qué querrá ahora? —La peliazul cogió su teléfono, mientras, Rina, volvió a guardar su arma mientras escondía una mirada asesina detrás de su cuaderno.


"¡Maldición!" Pensó la pelirrosa. Justo tenía que llamarla ahora. No podía hacerlo, no mientras Ai lo escuchara. Pues sabía que si la chica rubia se enteraba de su verdadera identidad, jamás la amaría, se alejaría de ella para siempre, temiéndola como el monstruo que era.

Karin colgó su teléfono. Acto seguido se giró hacia Rina.

    —¿Al final que quería? —Preguntó la pelirrosa con sincera curiosidad.

    —Ah, nada. Una tontería. Es bastante tarde, así que quería cerciorarse de estaba bien. —Respondió Karin con una sonrisa maternal. —Le he dicho que no se preocupara, que estoy contigo. —Acto seguido acarició el cabello de la pelirrosa con ternura.


Rina decidió que por el momento no mataría a la peliazul. Si hubiera sido cualquier otra, quizás hubiese aprovechado aquellos instantes para acabar con su vida, pero justamente la llamada de Ai, le hizo plantearse si esta lloraría por la muerte de su amiga. Aquella pizca de empatía había impedido que Rina asesinara a su objetivo, al menos aquél día.

    —Pero eso, Rina ¿Estás segura de que es por aquí?

    —Oh... creo que la piza-Rina se ha equivocado. Lo siento, hoy la piza-Rina está algo despistada.


"La piza-Rina dice ¡Os destruiré a todos!"

9/25/2020

Crash bandicoot

 Por fin lo había conseguido. Había sido un largo y duro proceso de afurrizarse cada día más y más, pero había merecido la pena. Desde su mayor éxito en su tercera aventura, nada había vuelto a ser igual. Todos le decían "tienes que ser de tal forma" porque era lo que estaba de moda. Por dios, hasta se había hecho un tatuaje tribal. Y su mejor amigo no había recibido mejor trato. Convertir a su máscara-dios compañera en una máscara de mono le había dolido hasta a él, pero por fin, no más sufrimiento. Era un botón. Un sencillo botón que destruiría su mundo. Solo tendría cinco segundos, tal vez menos, pero era lo que necesitaba. Necesitaba volver atrás y decirlo.

Pulsó el botón, todo empezó a descomponerse tras de él a una velocidad pasmosa, y en un segundo lo vio: Era él, en el momento más bajo de su carrera: Su novia le había dejado, se pasaba los días con su hermana adoptiva y le habían dicho que un nuevo personaje iba a ingresar y que iba a ser un bandicoot mazado con más máscaras y poderes que él. Mientras Crash solo quería seguir siendo relevante, ser el ídolo, estaba decidido a hacer lo que fuera.

Salió del vórtice

    –¡Eres guay por ti mismo!¡No necesitas más!¡Sigue siendo como eres y la gente te querrá!¡No cambies nunca y serás eterno!

Por fin lo había dicho. Vio como su cara se iluminó otra vez con aquella sonrisa pícara que le caracterizaba hace ya muchos años. Ahora podía morir en paz. El reboot haría que todo estuviese mejor, con mejores gráficos, mejores controles y con ciertas comodidades. Y lo mejor de todo, no tendría que recordar su cadena de tragedias nunca más.

"A veces lo único que necesitamos para triunfar es seguir siendo nosotros mismos"



El deseo que nunca cumplieron las bolas de dragón

 Goku se sentía más débil que nunca, intentaba luchar por mantenerse despierto mientras acariciaba las sábanas de su cama con sus ahora deshinchados brazos. Odiaba esa sensación, pero los doctores le habían avisado de que aquello era normal los primeros días de sobriedad. El saiyajin había dejado de inyectarse esteroides hace relativamente poco, y su cuerpo notaba aquella falta de energía exterior que antes una jeringuilla le regalaba.

    —Desde que estoy en este centro de desintoxicación he perdido bastante músculo. —Comentó Goku a su amigo Vegeta, con algo de tristeza en su tono.

    —Esto te pasa por consumir esa mierda. —Respondió con cierto enfado. A pesar de lo mucho que le dolía ver así a Goku, Vegeta intentaba seguir comportándose igual que siempre. Aquello no solo había destrozado al joven saiyajin, sino también a su familia, a sus hijos, a sus amigos.

La antigua adición por las peleas de Goku había sido el principal causante de todos sus problemas. Lo que ya estaba hecho no podía arreglarse, pero ahora su futuro era su decisión.

    —Si quieres, cuando acabes con la recuperación podemos entrenar juntos y sacar músculos sin esas mierdas ¿Te parece? —Sonrió, algo cabreado aún Vegeta. Sabía que a su amigo le gustaba estar fuerte, y eso estaba bien, siempre que fuese algo sano y controlado. Él mismo había sido quien había llevado a Goku a aquella clínica de desintoxicación. Los amigos del saiyajin llevaban demasiado tiempo con él como para darse cuenta de lo que estaba viviendo su amigo, pero Vegeta, que había tenido la oportunidad de ver todo desde fuera, supo en seguida lo que pasaba.

    —Me parece genial, Vegeta. 

    —Perfecto, pero te tendré que vigilar de cerca, insecto. —A pesar de parecer enfadado, era su forma de demostrar amor, y eso el saiyajin lo sabía. 

    —Gracias, Vegeta. —Goku le regaló una sonrisa amistosa a su camarada. 

Antaño, el saiyajin jamás se hubiera imaginado saliendo de aquél pozo de desesperación y anabolizantes en el que había caído, pero ahora sabía que no estaba sólo. Era su batalla más difícil, sí, pero sabía que con el apoyo de Vegeta y los demás, podría ganarla.

Goku se sentía débil físicamente, pero sabía que una vez hubiera terminado con aquello, sería más fuerte que nunca.


"La batalla más difícil muchas veces es contra uno mismo" 


9/21/2020

Soy el impostor entre nosotros

Erase una vez un pequeño tripulante rosa que tenía el poder de viajar entre dimensiones, pero nunca en el tiempo, por lo que siempre aterrizaba en el mismo lugar: una nave con otros tripulantes de distintos trajes coloridos. 

La primera vez que subió a aquella nave, su misión era clara: matar a los demás tripulantes y sabotear la misión. Quizás en aquella época aún era demasiado joven, posiblemente un pobre inexperto, pero de alguna manera se las arregló para acabar con todos sin que nadie sospechara de él.

La victoria era preciosa, lo mejor que podía pasarle, por lo que volvió a repetir aquella misión en otros universos, cumpliendo siempre con su papel de asesino silencioso. Rosa no era perfecto, por lo que alguna que otra vez llegó a fallar, pero aún así, siguió repitiendo aquella misión hasta volverse un experto, el mejor. 

Por el camino no solo tuvo que mentir, sino también traicionar de vez en cuando a varios compañeros impostores, para que las sospechas no cayeran sobre él. Lo que comenzó siendo como una pequeña probada al mundo del crimen, acabó convirtiéndose en su día a día. A Rosa siempre le tocaba ser impostor; daba igual cuantas veces repitiese aquella misión interminable, a cuantas dimensiones distintas viajara: su destino jamás cambiaría. Al principio parecía divertido, pues era algo distinto a lo que había vivido hasta ahora en su vida diaria; después se volvió algo rutinario, por lo que se volvió un especialista del homicidio, un maestro del engaño; pero cuando vio que aquél resultado jamás cambiaría, acabó odiándolo. Observaba con envidia como otros tripulantes hacían las tareas de la nave (él aún era incapaz); como se formaban pequeños grupos de los que él nunca sería una parte real; como podían tener la posibilidad de quererse y amarse entre ellos, sin tener que poner su oscuro trabajo por delante.

Rosa odiaba aquella vida, pero ahora era su vida. "Vaya, otra vez soy el impostor ¡Qué sorpresa!" Pensó con un tono sarcástico dentro de su ahora perturbada cabeza. Sonrió cansado antes de volver a repetir su macabra misión.


"Puede que mi misión sea falsa, pero mis sentimientos no"

9/18/2020

El plan

 Todo estaba yendo a la perfección. Los humanos estaban constantemente decepcionados con los políticos y su infiltrado en Estados Unidos había tomado una libertad para transformarse en una mezcla de hombre viejo con el color de su especie natal. Le estaba pasando informes constantemente de qué le haría popular pero le haría quedar mal en los medios. Había anunciado sus planes en un episodio de una serie de un mítico profeta, y la población poco a poco lo veía bien. Ahora solo quedaba esperar la dimisión de su hombre en la casa blanca y el momento apropiado para apoderarse de Estados Unidos, y, por qué no, el mundo entero.


"Todo encaja"


9/16/2020

La canción favorita de Barbie

 A Barbie le encantaba la canción "Disfraz de Tigre" de Hidrogenesse. Durante los años, la gente le había dado distintas interpretaciones, pero con la que más de acuerdo estaba era con aquella que decía que celebraba la adaptación del ser humano y su transformación social. La escuchaba una y otra vez en sus cascos. "Soy yo", pensaba "Somos todos". Era una melodía que se repetía cada vez más en su cabeza, nunca se había sentido tan identificada con la letra de una canción. Barbie siempre se había adaptado a todo tipo de situaciones: había sido cajera, astronauta, presidenta, sirena... Se podría decir que también había sido "planta, animalito, máquina, piedra...". 

Sí, sin duda alguna ella era la persona más adaptada que conocía, y aquello era perfecto para aquél siglo XXIII en el que vivían, donde el ser humano solo podía elegir entre ser una máquina o un cadáver.

"Soy un disfraz de tigre, soy un disfraz de tigre..." Tarareó una última vez antes de volver a la cadena de montaje.


"Me siento vacía como una muñeca de plástico"




9/10/2020

Remy te enseña recetas de cocina

 Ratatui hasta ese momento había cocinado muchos platos: algunos de ellos más conocidos, otros experimentales con ingredientes que jamás había visto; unos exquisitos desde todos los puntos de vista, otros con sabores más difíciles de apreciar por todos los paladares. Las papilas gustativas del ratoncito gris habían llegado a captar miles de sabores extraños, pero jamás uno tan inquietante como aquél. Al principio a Ratatui le costó adivinar de que se trataba; había saboreado aquella carne antes, pero ¿dónde?

El ratoncito hizo memoria en seguida; aquél bocado le transportó a los peores días de su niñez, cuando los integrantes de su clan pasaron por una de las peores hambrunas de la historia y tuvieron que sobrevivir a base de canibalismo. Recordó como tuvo la suerte de al menos ser demasiado joven como para tener la obligación de enfrentarse a otras ratas para alimentar a su familia. El trauma de ver a su progenitor volviendo a casa ensangrentado, con varios moratones por su cuerpo y pelaje de otro roedor entre sus dientes; como le lanzaba cansado un trozo de carne fría, rojiza, y despedazada "Ahí tienes tu cena".

Aquél "nuevo" sabor era carne de rata; pero ¿por qué tenía forma de hamburguesa? A Ratatui le resultó tan desagradable aquella experiencia, que dejó de trabajar en McDonalds.


15 Detalles escondidos que prueban que "Ratatouille" es la mejor película  de Pixar
"Yo controlo al chef, pero ellos controlan el capitalismo"

Un buen día para Tsukishima

Tsukishima sonreía como nunca, su día había salido redondo: Su peor enemigo, Hinata, se había torcido un tobillo saltando con sus dichosos zapatos con lucecitas; antes de aquél incidente los envidiaba en secreto. "Puede que esas deportivas sean chulas para el recreo, pero a la hora de jugar no hay que andarse con tonterías" Pensó orgulloso el chico rubio, quien sabía que en su casa le esperaría como recompensa una pegatina de estrellita por buen comportamiento.

El accidente de Hinata no había sido lo único bueno que le había pasado. Kageyama, aquél chico que a pesar de ser tonto de verdad, admiraba en secreto, le había felicitado uno de sus remates. Aún así le contestó de manera borde tal y como acostumbraba "Para mí ha sido fácil gracias a mi talento innato"; tampoco quería que Kageyama notara su fanatismo (cosa que consiguió).

Aunque por supuesto, lo mejor fue el final del día, cuando después del entrenamiento su novio Yamaguchi le invitó a un helado y le prestó su chaqueta para que no pasara frío. Se podría decir que todo había salido a pedir de Tsukishima.


"Y encima el puto calvo no me ha gritado"


9/04/2020

No mires esto

 Ya la has liado.

¿Sabes? Cuanto más leas, peor será. ¿Por qué?

Lo sabes bien.

Cuanto más lees, más se acercan.

Cuanto más lees, más se acercan.

Cuanto más lees más se acercan

CUANTO MÁS LEES MÁS SE ACERCAN

CUANTO MÁS LEES MÁS SE ACERCAN

CUANTO MÁS LEES MÁS SE ACERCAN

CUANTO MÁS LEES MÁS SE ACERCAN

Demasiado tarde. Están detrás de ti. Lo siento.

La quiebra monetaria de Pippi Calzaslargas

 Pippi Calzaslargas abrió espantada el maletín donde solía guardar sus valiosas monedas de oro. Estaba completamente vacío; ni un solo doblón quedaba. 

La pelirroja se encogió asustada sobre sí misma, pensando en todas aquellas veces que había desperdiciado su dinero sin ton ni son, todos aquellos derroches de nuevo rico que le habían llevado a la quiebra; todas aquellas veces en las que había pagado millones de euros en una bolsa de chucherías y ni siquiera había pedido las vueltas. Suspiró nerviosa y pensó "He sido una estúpida ¿Por qué pensé que esto iba a durar toda la vida?". 

Pippi volvió a revolver su bolsa vacía, con la esperanza de que mágicamente aparecieran de nuevo todas aquellas monedas, que hasta ese entonces la habían convertido en una persona mucho más privilegiada de lo que nunca había podido imaginar. "¡No hay nada!" Chillaba por dentro para no asustar a sus mascotas "¿Qué voy a hacer? Seguro que Tomy y Annika no querrán volver a jugar conmigo ahora que soy pobre ¡Ellos solo me quieren por mi dinero!". En esos momentos, aquél parecía el mayor de sus problemas, pero su ansiedad comenzó a acrecentar cuando reparó en sus necesidades más básicas "¡Dios! ¿Qué voy a hacer cuándo se me acabe la comida? Moriré de hambre. Tendré que vender al Señor Nilson y al Pequeño Tío".

La pelirroja siempre supo que aquél dinero que le había dejado su padre antes de irse para siempre, se gastaría tarde o temprano; lo que ella no esperaba, era que ese día llegara tan pronto. Sabía perfectamente que nadie la ayudaría, que su padre jamás volvería a por ella. Pippi era una niña huérfana, y ahora también pobre.

Pippi meditó durante días, e intentó sobrevivir a base de sobras y limosnas de sus amigos, quienes a pesar de todo, seguían a su lado. Un día tomó la decisión más difícil para ella, pero al mismo tiempo la más madura, aquella que le haría crecer como persona: Hablar con la señorita Praselius para que la llevara a ese hogar infantil del que siempre hablaba.


Pippi Calzaslargas, símbolo feminista por su rebeldía, cumple 75 años
"Espero que a ese orfanato dejen traer monos y caballos :("

9/01/2020

La Bruja Aburrida no es tan aburrida

La Bruja Aburrida llevaba años cuidando de la mellizas. A pesar de que podría haber utilizado su magia con propósitos más egoístas: para hacerse rica, conseguir una casa mejor, poder abrir su pequeña empresa, e incluso invertir en bolsa. La Bruja Aburrida prefería utilizar sus poderes para criar a sus pequeñas sobrinas a las que su hermana descuidaba constantemente. 

Ni la madre ni el padre de Teresa, Elena, y Ana estaban nunca en casa. Él era un alcohólico empedernido, que para suerte de las niñas, prefería parar sus noches de borrachera y resaca fuera de casa; y ella, huyendo de la terrible situación de su matrimonio, prefería trabajar varias horas extra y después utilizar aquél dinero para irse sola de vacaciones lejos de aquél desestructurado hogar.

La Bruja Aburrida sabía de la situación que enfrentaban las mellizas, por lo que durante varios años, decidió utilizar su magia para hacer la vida de las niñas más fácil, que no se enteraran de la situación que vivían en su hogar, al mismo tiempo que mediante cuentos les enseñaba varias lecciones sobre la vida.

Cuando las mellizas crecieron, convirtiéndose en unas jóvenes adultas bien criadas, La Bruja Aburrida decidió explicarles la verdad sobre su infancia.

    —Lo sabemos. —Contestó Teresa de manera serena, como si todas hubiesen estado guardando durante varios años un secreto a voces. —Gracias Bruja Aburrida.


La hechicera sonrió orgullosa de sus niñas, y las tres mellizas la abrazaron entre lágrimas de alegría, agradeciéndole todos aquellos años en los que ella actuó como la figura materna que nunca tuvieron.


Las Series de Nuestra vida: Las tres Mellizas
"Bruja Aburrida, eres nuestra mamá más divertida"

Gru va a hacer amigos

Gru fue a la reunión de padres adoptivos. A su izquierda había una especie de lagarto peludo azul gigante con cara de bonachón, a su derecha...