Slenderman se encontraba en bar como siempre, bebiendo una copa de ginebra y tónica, una de sus combinaciones favoritas. Otra noche más, por cada sorbo que iba dando, se iba sintiendo peor, pero al mismo tiempo sabía que jamás podría llevar sobrio su situación actual: Jeff the Killer había cortado con él después de una de sus disputas maritales, había recogido rápidamente su maleta, y entre gritos y golpes, abandonó la casa.
El larguirucho dio un trago triste a su bebida. Había perdido lo último que le quedaba; y aunque le dolía recaer nuevamente en el alcohol, sabía que le destrozaría mucho más por dentro la sola idea de volver a una vivienda vacía y silenciosa.
La música dubstep del DJ acallaba sus pensamientos suicidas provocados por la depresión. Ahora su único problema sería mantenerse en pie esa noche, y eso era en parte reconfortante para Slenderman, por mucho sentimiento de culpa que pudiera ocasionarle más tarde.
Sentado cerca de él en la barra, un atractivo joven le observaba con cierta mirada embaucadora; su máscara azul, con cuencas negras y vacías en los ojos, le daba cierto toque misterioso, que al larguirucho le gustaba. Slenderman se sonrojó, y el joven le sonrió divertido al notarlo.
—Bonito traje ¿Es de Armani?
—¿Eh?... Sí. Gracias por notarlo. —Al larguirucho se le hizo extraño el comentario. A pesar de que él solía preocuparse mucho por su forma de vestir, pocos eran los que elogiaban su ropa elegante; y le resultaba mucho menos casual cuando ese comentario venía de alguien que simplemente vestía una sudadera negra y pantalones vaqueros.
—¡Lo sabía! —Sonrió el joven para sí mismo. Acto seguido clavó su oscura mirada pícara en Slenderman, casi estudiándolo de arriba abajo. —Por cierto, soy Eyeless Jack, aunque puedes llamarme simplemente Jack.
—Vale Jack. Yo soy Slenderman.
—Slendy ¿No crees que aquí cuesta un poco hablar con la música? —El joven enmascarado se levantó del taburete. —¿Qué tal si vamos a un sitio más calmado?... Como... no sé ¿A mi casa?— Lo intentó preguntar de forma casual, pero estaba claro que era su plan desde el principio, y eso al larguirucho le gustaba en parte.
—Vale.
La casa de Eyeless Jack quedaba bastante cerca, o eso era al menos lo que el joven le había prometido (aseguraba que incluso podrían llegar andando en unos quince minutos). Por supuesto, era tan solo una escusa para poder hablar por el camino, ya que aunque a Jack le pareciese bastante atractivo Slenderman, no era la clase de chico que se acostaría con cualquier persona sin al menos conocerla un poco antes.
De camino, el larguirucho le comenzó a contar como era que aquella noche había acabado allí, y como según iba pasando la noche se arrepentía de haber destruido su sobriedad de nuevo.
—...No sé, y por eso pienso que las reuniones de alcohólicos anónimos no sirven para nada. —Explicó el larguirucho, que ahora volvía a tener el mismo tono triste de cuando comenzó la noche.
—Pero aún así sigues yendo ¿No es así?
—Sí, aunque no sé para que. Debería dejar de ir.
Eyeless Jack, apretó sus puños con impotencia, sintiendo que esas palabras que para Slenderman era una simple rendición más, para él eran como una puñalada.
—No. Sigue yendo. —Le ordenó el joven con cierta severidad en su tono que el larguirucho jamás habría imaginado en esa sonrisa pícara que conoció.
—¿Cómo? —Slenderman no estaba enfadado, simplemente intrigado.
—Que no dejes las reuniones. Tú piensas que no te están ayudando con nada, pero te equivocas. Sí sirven. —Jack sonrió amargamente para sí. —Mírate, hoy te sientes mal por beber, y sabes que tienes un problema ¿Verdad?
El larguirucho asintió algo apagado.
—Y ese es el primer paso: saber que tienes un problema ¿Y sabes qué necesitas para pasar al siguiente paso? —Continuó el joven.
Slenderman negó algo dubitativo ¿Por dónde querría tirar aquél chico?
—Un amigo. —El joven enmascarado no sentía que aquél acto que iba a hacer fuera para nada precipitado; a pesar de que conocía al hombre trajeado de hace tan solo unas pocas horas, sentía que debía ayudarle —Alguien que se preocupe por ti, a quien puedas llamar cuando tengas un problema. Si quieres yo puedo ser ese amigo.
Eyeless Jack clavó su mirada en el larguirucho, apartó la máscara azul de su rostro, y sonrió amistosamente, dejando claro que aceptaba el pasado de Slenderman, y que estaría ahí siempre que lo necesitara, siendo un acompañante en el difícil camino de la vida.
Slenderman le devolvió el gesto. Aquella noche había conseguido mucho más de lo que había pensado. Era cierto que en el fondo tenía miedo del futuro, pero con un buen amigo a su lado, sería más fácil recorrer esa senda para destruir su alcoholismo: el más poderoso de los creepypastas.
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"Te lo digo yo, beber tanto alcohol suele costar un riñón"
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